viernes, 17 de junio de 2011

POR MARIANO FERREYRA ...


SE LLAMA MARIANO …

Es un hogar común. Un hogar de los que hay miles y miles. Quizá la diferencia con otros, es que la casa está pintada del color de las grandes pasiones. Solo un parral establece algo así como un espacio de paz y reflexión. Nada es rimbombante. Una madre y su hijo. Ella la expresión del sacrificio de toda madre. Su sueño es que ese hijo sea y llegue al objetivo común de todo ser humano, ser valioso a su comunidad desde sus principios y convicciones. En el camino recorrido desde su niñez, ella recortó palabras de todos tamaños  y colores, creyendo que mezclándolas de tanto en tanto  podría saber que sucedería.  Entonces la vida le fue dando palabras furiosas que guardó en una caja roja. También hubo palabras de amor que fueron a parar a una caja verde. No supo que hacer con las palabras neutrales, y por eso les adjudicó una caja azul. Como la tristeza está en cada minuto de la vida, a esas palabras las acomodó en una caja amarilla. Finalmente la magia, tan necesaria para soñar, tuvo palabras que encontraron un lugar adecuado en una caja transparente.
Así lo vió crecer. Lo llenó de amor y libertad. Como no hacerlo. Lo fue conformando desde la sustancia del esfuerzo que su ejemplo emanaba. El también encontró otros asideros que le permitieron ir consolidando el aprender a caminar, y sostenerse por si mismo. Siempre fue la historia un imán que lo atrajo. Quería desgarrarla, no destructivamente, sino para mirar con claridad en sus pliegues. Esos que muchas veces tapan verdades nunca expuestas. O las escondidas con la intencionalidad de no permitir que se sepa, para poder así manipular o dominar desde algún poder. Sentía eso desde siempre y lo llevaba en brazos esa convicción.
Fue transitando ese sendero. En ese recorrido fue buscando las ideas que le dieran identidad. Las ideas estaban allí. Todas. Entonces eligió lo que sintió que lo expresaba en plenitud. Allí entonces comenzó a poner su esfuerzo por aquello de pensar en su comunidad, su pueblo.
Decidió por fin canalizar aquello de la historia, y empezó a desandar el camino educativo que lo llevara hacia allí. En paralelo se sumó a la acción de las ideas que había encontrado para identificarse. Fue parte del reclamo por todos los que sufrieran abuso o violencia de sus derechos. Su juventud y sus convicciones lo seguían sosteniendo, como a tantos jóvenes que en la vida habían elegido ese camino desde distintas identidades.
Ese día había que ir a protestar por un nuevo, y al mismo tiempo viejo reclamo, de ejercicio de los derechos. Se juntó con los compañeros en el mismo lugar donde no hacía mucho otros jóvenes habían sido fusilados por uniformados corruptos y criminales. Con la protección de los que hicieron siempre de la política, no una herramienta de cambio, sino un arma para sus ambiciones y las de los poderosos a los que sirvieron siempre. Frente a ellos surgieron otros que no tenían uniforme. Los uniformes solo miraban como esperando la concreción de lo que había sido planificado. Disfrazados de trabajadores, llegaron los defensores de los corruptos jerarcas que facilitaron o se apropiaron alguna vez de la riqueza del pueblo. Entonces todo estalló.
Piedras, palos, objetos de diversa contundencia volaron hacia donde él estaba. Superados en número decidieron replegarse hacia otro lugar y abandonar el objetivo de su reclamo, el corte de una vía ferroviaria. Entonces los criminales, armados de palos y en manada ansiosa de violencia física, los persiguieron. En la carrera oyó varias explosiones secas pero claras por su cercanía.
Percibió como un refucilo próximo. Un fuerte golpe en su costado y cayó, sintió un segundo de temor. Mientras sus compañeros lo trataban de ayudar, el frío y la oscuridad lo ganó. Los uniformados seguían allí quietos, ahora con una mueca parecida a una sonrisa encubierta, al comprobar que lo planificado se había concretado. El fin justificaba los medios. El miedo en la sociedad, que sostienen los mismos de siempre, daba un paso para intentar condicionarlo todo.
Cuando ella supo que su vida, esa que ella había modelado con la argamasa de la libertad y las convicciones, era solo un envase roto sintió que la oscuridad también la invadía. Sin embargo se
 puso tan de pié como siempre, y recordó algo que le habían contado alguna vez como una señal que la invitaba otra vez a leer lo que había en las cajas….
“Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.” Este último fuego, se podría decir que junto a otras vidas que no están, SE LLAMA MARIANO …

Eduardo A. Hidalgo
Ex Detenido Desaparecido

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