UN
JARDÍN CON FLORES DE ESPERANZA
Son
algo más de las siete de una hermosa y tranquila mañana de primavera. El
pueblo, en su silencio, se asemeja a las tranquilas y mansas aguas de ese río,
que a pesar de su oscuro color, lo acaricia con una enorme y eterna ternura en
su interminable viaje al mar. Poco a poco, y casi como esas simples y bellas
flores del campo al convite de un sol perezoso que quita los últimos bostezos
de sombra, aparecen los primeros guardapolvos. La escuela abre su boca
alimentada y alimentadora de conocimentos. Extiende su abrazo amplio, en el
intento de proteger el crecimiento de sueños y utopías juveniles. Si alguien se
atreviera a cambiar en un matiz, esa bella y amorosa rutina diaria, sería
señalado. Esa señal lo marcaría como un conspirador. Violentador de la sublime
obra humana, que ha construido una vida difícil de hallar en otros horizontes.
Hace pocos días el pueblo, celebró sus más de
doscientos suspiros de vida plena con la misma alegría de recién nacido.
Todavía en sus calles se distinguen rastros de los festejos. Un pasacalle
proclama en sus palabras, casi como un grito de orgullo: “Feliz Cumpleaños –
Viva Villa Marisol !!!!. Más allá algunos globos de colores tironean de los
cables, donde se enrollan sus hilos impidiéndoles seguir el vuelo buscando otro
cielo. Anunciando a otros, en sus
cuerpos de látex, la alegría de tantos. Todo a pesar de la miseria y la
desocupación que ha inundado también este pueblo. La alegría sin embargo, sigue
siendo el mismo salvavidas al que han acudido otros pueblos frente al horror o
el despojo. Esa que en los versos del poeta, ondeó como una bandera y marcó la
identidad necesaria de “defender la alegría como una trinchera, defenderla del
escándalo y la rutina, de la miseria y los miserables, de las ausencias
transitorias y las definitivas”.
Don Felipe apila los diarios, prestos a la lectura
de algún madrugador camino al desayuno o del vecino que mate en mano comenta
los primeros títulos con él.
- Che
Felipe, que locura no?
- Qué cosa
Mauro?
- Otro
secuestro de un pibe, un estudiante.
- Ah si, algo leí al pasar.
- Hasta
cuando los chicos van seguir siendo los castigados por la violencia?
- Porque
decís los chicos, si también hay personas adultas?
- Pero
viejo, la mayoría hoy siguen siendo nuestros pibes. Los que supuestamente van a
mejorar este país, a darle sentido a la vida que muchas veces nosotros no
pudimos o no supimos construir mejor. Para que esta tierra nuestra, sea útil para todos de una vez por todas.
- No me
digas que te agarró un ataque de nostalgia y culpa.
- No, no es
eso. Solo que ya llevamos años viendo caer a nuestros chicos. A manos de
dictadores, o de gobiernos que elegimos y nos vendieron espejitos de colores
para después caernos a traición y por la espalda con sus decisiones. Del hambre
que los condena a la ignorancia. Tantas formas de muerte que a veces me duele y
averguenza seguir viviendo.
- Eh!!,
exagerado.
- No es
exageración. A muchos les conviene y les interesa, que los chicos no sepan lo
que nos pasó y entiendan los que nos pasa hoy. Porque así el sometimiento
termina formando parte de una especie de acostumbramiento. Nosotros a veces no
les prestamos toda la atención que deberíamos. Ni los avivamos lo suficiente,
ni hablamos como se debe con ellos para que estén advertidos de los porque de
tanta impunidad. Además, después cuando hacen alguna macana casi los
satanizamos. Culpas totales para ellos, en lugar de comprender que el origen
del error está en otro lugar. Como
siempre vamos a las consecuencias y no a las razones. Terminamos actuando como
los que nos manipulan a todos. A veces nos dejarmos manipular porque es como
zafar de la responsabilidad.
- Que
mañanita que tenemos hoy, eh?
- Lo de
siempre, solo que hoy es como que estoy llegando al hartazgo de tanto desprecio
por la vida. Pero por lo visto parece que a vos te resbala, mejor me voy
adentro.
- Bueno,
tampoco te enojes conmigo. Y no es cierto que me resbala, lo que pasa que a lo
mejor yo no lo dramatizo
- No me
enojo con vos, y tampoco dramatizo. No sé, hoy siento más que otros días que es
como que nos venimos acostumbrando hace rato a tanta violencia suelta. Todo eso
crece más y más cada día, y lo tenemos más cerca acá en Marisol que hasta no
hace mucho parecía otro planeta. Como solución para todo siempre lo mismo, más
policía, más armas, más represiones de todo orden. Para cuando más humanidad?.
Bueno chau, después nos vemos.
- Hasta
luego Mauro, y tranquilo.
Un grupo de jóvenes entra al kiosco como cada
mañana. Para Javier, María, Federico, Aníbal y Analía es casi un rito pasar por
lo de Felipe camino a la escuela. El revuelo de siempre, las risas, las bromas
de Feli, como le dicen. Unas golosinas, alguna gaseosa y una de esas revistas
de rock, que los envuelve en memorizar y cantar alguno de los temas que allí se
publican y comentan.
- Vamos
plomos, que es casi la hora de clases y no van a llegar.
- Dale
Feli, estamos a una cuadra, no seas plomo vos, y afloja con el mandoneo.
- Vamos
rajen de acá.
Y con una carcajada y revoleando una revista, los
espanta como moscas.; mientras ellos corren buscando el destino escolar sin
dejar de reír.
Felipe, aún con una sonrisa en sus labios, reinicia
su tarea. En ese momento entra Raúl. Tan serio e introvertido como siempre, le
pide una birome y algunas hojas de carpeta. Felipe intenta iniciar una
conversación, sabiendo lo difícil que resulta comunicarse con el jovencito.
- Como va
todo Raulito?
- Bien.
- Fuiste
al baile del aniversario del pueblo con tus compañeros?
- No.
- Porque,
no te gusta la milonga?
- Y a
quien le importa si me gusta algo o no?
Felipe no sabe que decir.
- Al fin
y al cabo, con el único con el que tenemos gustos parecidos, es con Rafael.
- Pero
tenés muchos compañeros muy buenos y alegres en tu clase. Recién
anduvieron
por
acá.
-
Compañeros??!!
- Epa,
tan mal te llevas?. Y eso porque?
- No me
llevo mal. Simplemente no me llevo.
- No sos
muy duro?. Acaso no has ido alguna vez a jugar a fútbol con ellos?
- Una vez
o dos, no más.
- Además don
Felipe, ser compañeros o amigos es una mentira, no existe el compañerismo, y la amistad menos.
- Pero
Raúl, como es posible que pienses así siendo tan joven.
- Y
porque no puedo pensar así?, no veo que haya muchos que se preocupen por lo que
pensamos y sentimos los jóvenes. Además para que vale la vida. Este es un mundo
lleno de mentiras y perversidad.
Felipe siente una gran angustia al escuchar al
joven.
Mauro esta apoyado en el marco de la puerta de
entrada desde hace un momento, y alcanzó a escuchar parte de la conversación
sin que Felipe o Raúl se hayan dado cuenta de su presencia.
- Bueno
don Felipe, cuanto le debo?
- Tres
pesos Raúl.
- Acá
están, chau.
- Chau
pibe, y no es tan negro todo, ni tan negativo.
- Para
Ud. puede ser. Adiós.
-
Adiós?. No pensás volver más?
- Y uno
nunca sabe lo que puede pasar mañana don Felipe.
Gira para irse y se encuentra con Mauro en la
puerta.
- Buen
día don Mauro.
- Buen
día Raulito.
Raúl cruza el umbral y se dirige a la escuela.
El silencio invade el pequeño espacio del kiosco.
Ni Felipe ni Mauro pueden articular palabra. La desesperanza a sus dieciséis
años, y el pensamiento de la nada para mañana que es lo mismo que la muerte,
los ha dejado atravesados e incapacitados de reiniciar una conversación.
Quien sabe cuanto tiempo ha pasado. Mauro y Felipe,
aún impactados, han seguido con su actividad mirándose de tanto en tanto sin
hablar. Acomodando revistas y diarios uno, entre mate y mate el otro mientras
barre la vereda. De pronto se oyen unas explosiones.
- Es en la escuela!!
Es un grito al unísono y salen a la carrera hacia
allí. Sin pensar en el kiosco abierto, y mucho menos la pava el mate y la
escoba tirados en la vereda.
Al entrar todos son gritos que recorren el espanto
y el dolor. Corren profesores y alumnos hacia una de las aulas. Hacia allí
marchan Mauro y Felipe con los rostros desencajados imaginando lo peor.
Ingresan en el aula, y la imagen es mucho más terrible de lo que pudieron haber
pensado.
- Raúl que hiciste??!!!
El jovencito esta parado frente al aula, inmóvil.
Su mirada perdida sin entender muy bien porque está allí y que pasó. En su mano
derecha una pistola. En el piso del aula Javier, Analía, Federico, María y
Aníbal. Villa Marisol desangra brutalmente sueños recién sembrados.
Eduardo A. Hidalgo
(Este
imaginario relato pretende recrear los sucesos que se produjeran en una escuela
de Carmen de Patagones, y no olvidar que nuestros jóvenes deben tener el lugar
que merecen)
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