lunes, 9 de enero de 2017

EL OTRO BRIAN
Él llegó a 5to grado unos días después del comienzo de clases, proveniente de Perú. Era 2011 y yo también recién llegaba a la escuela de Flores del distrito 11, como maestro.
Brian era inquieto, brusco y con su cuerpo morrudo, empujaba y golpeaba. Se quejaban de él muchas nenas porque decían que era bruto. Con mi compañera C. lo observábamos en los recreos y era claro que no tenía mala intención. Brian no sabía jugar, y buscaba su lugar en un grupo nuevo.
En esos meses fuimos descubriendo que su familia era un disloque. El padre reapareció después de mucho tiempo, no estaba claro procedente de dónde.
Cuando uno conversaba tranquilo con Brian, decía que se ponía muy triste porque extrañaba a su abuela de Perú. En su relato, la abuela era quien casi los había criado a él y a su hermanita.
Durante 5to grado la lucha fue para que aprendiera a relacionarse mejor con sus compañeras y compañeras. Le costó pero finalmente hizo amigos y hasta jugaba en los recreos con algunas nenas sin problemas. Pero su inquietud y dispersión en el aula eran constantes.
En varias oportunidades contándome sobre su abuela, lagrimeaba y cuando lo abrazaba se aferraba como si eso le faltara desde siempre.
Los padres estaban separados, y se peleaban mucho por los temas cotidianos. Brian me contaba que él quería estar con el papá más tiempo, y se ponía muy triste contando las discusiones. A veces venía sin los útiles porque habían quedado en lo de su mamá y él venía de lo de su papá. Estas situaciones ocasionaron mi pedido de reunión con los dos padres juntos. Mi planteo fue que debían unificar el mensaje a Brian, más allá de sus diferencias porque a él le hacía mucho mal que lo pusieran en el medio de sus diferencias, y que esto afectaba su trayectoria escolar y sus vínculos con los compañeros.
En 6to Brian ya era un toro. Más grandote y menos inquieto, pero más triste. A poco de comenzadas las clases me contó que su hermano había caído preso, y que lo extrañaba mucho. Cuando cité a la mamá, ella lloraba y decía que todo era un error, que su hijo era inocente y se quejaba como siempre de la ausencia del padre.
Brian un día vino llorando diciéndome que había muerto su abuelita en Perú.
A partir de mayo Brian comenzó a estar deprimido y ausente. Su mamá se fue a Perú mucho tiempo y si le preguntaba se ponía a llorar. Siempre buscaba y hasta me pedía que lo abrace.
Su estado de ánimo me preocupaba mucho, y decidí hacer un informe pidiendo la intervención del Equipo de Orientación Escolar. Nunca recibí ningún tipo de respuesta.
Recuerdo muy bien que en 2013, ante una dificultad, discutí con la psicóloga y entre otras cosas, le reclamé el no haber nunca respondido al informe sobre Brian.
Hoy Brian está en los noticieros. Con una capucha lo suben a un patrullero, lo acusan de asesinato y ya casi lo condenan. Dicen que por ser menor no sufrirá la pena que le corresponde. Dicen que su familia son narcos. Dicen que su madre en sociedad con su padre, traficaban desde o hacia Perú.
Dicen, y dicen…
Pero para mí Brian es mi alumnito inquieto, solo, triste y hasta deprimido por su falta de afecto.
Para mí, Brian es tan víctima como el otro Brian, ese nene que cayó baleado.
Pareciera que si a la gente la matan despacio desde chiquita, no la matan. Que sólo si muere en minutos es un crimen.
Mi fin de año se tiñe de una tristeza inconmensurable.
Pero mi consciencia está tranquila. Yo hice todo lo que estaba a mi alcance.
Los que pusieron un poquito de desatención, los que no hicieron lo que tenían que hacer, espero les remuerda la consciencia, un poco aunque sea.
Estropear la inocencia de un niño, es imperdonable.
Fernando Casas E.
Prof. para la Enseñanza Primaria

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